sábado, 10 de enero de 2009

Nada más que palabras


Luis encontró aquel blog por casualidad. De la misma manera que cuando encuentras en casa sin querer aquellas llaves que fue imposible hallar: buscando otra cosa. Lo devoró durante horas, alegre a veces, triste otras, deslizándose con el vaivén de las palabras, enamorado de esa chica que contaba con sencillez sus pequeñas grandes historias. Dejó varios comentarios entusiastas a su paso, animando aquí, emocionándose allá. La última entrada era de un mes antes. Terminó pidiéndole que le enviara un mail, que quería saber más de ella.

Casi lo había olvidado cuando recibió aquel correo, un par de semanas más tarde. Era del novio de la chica. Le contaba que había visto sus comentarios en el blog y pensó que él llegó a entenderla. Que él mismo no hacía más que leer el blog de Laura día tras día, compulsivamente. Porque así le parecía que seguía viva, así le parecía que aquel coche negro que les embistió en una carretera secundaria era sólo fruto de su imaginación, que nunca había existido.

Nunca contestó al mail. Le invadió una estúpida sensación de pérdida, cuando nada había tenido, nada más que palabras. Se dijo que tardaría años en volver a visitar otro blog. Había dejado de ser una actividad anónima para convertirse en algo demasiado personal.

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- ¿Qué haces, cariño?

Se acercó, puso las manos en sus hombros y le besó en el cuello.

- Es genial, Mónica - se volvió a medias, sonriente- ¿recuerdas que dijo Laura que había abandonado definitivamente su blog, para poder terminar su tesis? Pues he estado leyéndolo y había un tío intentándo ligársela. Ha dejado comentarios por todo el blog. Seguro que tiene mujer y tres hijos. Al final le pedía que le contestara por correo. Pues bien, le he enviado un e-mail haciéndome pasar por el novio de Laura y le he metido una bola increíble. He hecho ver que estaba todo traumatizado porque Laura estaba muerta, y además por mi culpa. Se habrá quedado cortadísimo. No creo que conteste ni intente nada así en tiempos.

Ella quitó las manos de sus hombros, repentinamente triste.

-No tiene puñetera la gracia, Oscar.

Dio media vuelta y se fue.