jueves, 13 de enero de 2011

El trato

Una semilla en esta tierra desolada no puede germinar... Así cayó tu semilla en mí, como comprobamos tras mil médicos y mil tratamientos.

Cuando la conocí era una adolescente embarazada y asustada. Tú tendrás el niño, yo lo criaré. Ese fue el trato.

Ella siguió allí mientras crecía. Me ayudaba a cuidarle cuando yo no podía, le llevaba a sitios, le contaba historias; nos llamaba mamá a las dos.

Hasta que mi marido y yo tuvimos aquel accidente…

Yo tendré el niño, tú lo criarás, yo lo haré madurar. Ese fue al final el trato. El mejor de los tratos posibles.

martes, 16 de febrero de 2010

Cinco días de Otoño

-¿Hoy es viernes?, preguntó ella con un tono de pánico en la voz.

Cinco días encerrados en aquella habitación hacian perder el sentido del tiempo.
El estaba en un congreso médico; ella en un cursillo de capacitación de su empresa. Ambos estaban realmente en un hotel urbano, a las afueras de la ciudad.
Llevaban un par de meses viéndose a escondidas, mintiendo y engañando para hacerlo.Y habían decidido dejarlo. Esa era su última vez. No podían continuar de aquel modo y para poder seguir juntos tendrían que hacer daño a las personas que más querían.

- No, es jueves.- mintió él.

- Entonces, todavía nos queda un día.- dijo ella, sabiendo que él mentía.

viernes, 5 de febrero de 2010

Siempre nos quedará el lago

Aquí vinimos a descansar, dijiste. Una cabaña, un lago, los dos solos. Lejos del trabajo, del stress y los niños.

También, pensé yo, estábamos lejos de tus amantes. Por unos días era sólo para ti, y no habría de soportar ni tus celos, ni tus golpes ni tus gritos.

El primer día aproveché para arreglar unas cosillas del coche. Siempre he sido buena con la mecánica.

El segundo día te mandé al pueblo a comprar. ¡Qué terrible, qué inesperado, fue que fallaran los frenos! ¡Qué horrible tu muerte, en el fondo de aquel barranco!

Aquí vinimos a descansar, dijiste. Así que,… descansa en paz, cariño.

sábado, 10 de enero de 2009

Nada más que palabras


Luis encontró aquel blog por casualidad. De la misma manera que cuando encuentras en casa sin querer aquellas llaves que fue imposible hallar: buscando otra cosa. Lo devoró durante horas, alegre a veces, triste otras, deslizándose con el vaivén de las palabras, enamorado de esa chica que contaba con sencillez sus pequeñas grandes historias. Dejó varios comentarios entusiastas a su paso, animando aquí, emocionándose allá. La última entrada era de un mes antes. Terminó pidiéndole que le enviara un mail, que quería saber más de ella.

Casi lo había olvidado cuando recibió aquel correo, un par de semanas más tarde. Era del novio de la chica. Le contaba que había visto sus comentarios en el blog y pensó que él llegó a entenderla. Que él mismo no hacía más que leer el blog de Laura día tras día, compulsivamente. Porque así le parecía que seguía viva, así le parecía que aquel coche negro que les embistió en una carretera secundaria era sólo fruto de su imaginación, que nunca había existido.

Nunca contestó al mail. Le invadió una estúpida sensación de pérdida, cuando nada había tenido, nada más que palabras. Se dijo que tardaría años en volver a visitar otro blog. Había dejado de ser una actividad anónima para convertirse en algo demasiado personal.

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- ¿Qué haces, cariño?

Se acercó, puso las manos en sus hombros y le besó en el cuello.

- Es genial, Mónica - se volvió a medias, sonriente- ¿recuerdas que dijo Laura que había abandonado definitivamente su blog, para poder terminar su tesis? Pues he estado leyéndolo y había un tío intentándo ligársela. Ha dejado comentarios por todo el blog. Seguro que tiene mujer y tres hijos. Al final le pedía que le contestara por correo. Pues bien, le he enviado un e-mail haciéndome pasar por el novio de Laura y le he metido una bola increíble. He hecho ver que estaba todo traumatizado porque Laura estaba muerta, y además por mi culpa. Se habrá quedado cortadísimo. No creo que conteste ni intente nada así en tiempos.

Ella quitó las manos de sus hombros, repentinamente triste.

-No tiene puñetera la gracia, Oscar.

Dio media vuelta y se fue.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Que mi mano no te hiera

Mientras me abalanzo sobre ella,
pienso que ya no está, sueño que ya se ha ido.
Que no he de segar su vida, para recuperar mi equilibrio.
Que nunca me besó, que nunca habló conmigo.
Que nunca intentó dejarme, para seguir su camino.
Que no me cegaron los celos, que no me nubló el vino.
Que tuve el valor de no matarla, de ni haberlo concebido.
Que sólo de pensarlo, me matara yo a mi mismo.
Pero ya avanza el cuchillo…, ella lanza un grito,
un segundo su rostro me frena, tropiezo, caigo sobre el filo.
La sangre es al final la mía…, mi plegaria se ha oído.

domingo, 19 de octubre de 2008

El espejito

Cuando llegaron a aquel pueblo, tan lejos de casa, amigos y familia, ella sintió que todo se le venía encima. Hasta que empezaron a suceder cosas: un cuadro cambiaba de lugar, unos cajones aparecían abiertos… y el espejito. Cada noche ella lo guardaba en el cajón y cada mañana aparecía sobre la mesilla, esperándola despertar. Su marido decía que eran imaginaciones suyas, tonterías, pero aquella presencia en la casa, aquella magia, la hacían extrañamente feliz.

Como cada noche, dejó el espejo en el cajón y cerró los ojos. Cuando escuchó su respiración acompasada, su marido abrió el cajón con cuidado…

martes, 23 de septiembre de 2008

Misa de 12

Y se vistieron para la misa de 12.

Cuando llegaron a la iglesia, la puerta ya estaba abierta. Sus pasos resonaron en la nave desierta como ecos de muchos otros pasos, olvidados ya hace tiempo. Un anciano sacerdote apareció de la sacristía caminando pesadamente y ofició la misa. Al salir, vieron que había una persona en la penumbra de los últimos bancos. Fue tras ellos.

- Sólo quedan ustedes tres en el pueblo? - les preguntó.

- Sí. Los jóvenes se marcharon, los otros murieron… - contestó la mujer- ¿Y sabe lo mejor? Ni siquiera somos creyentes. Pero si no, ¿qué iba a hacer el padre Anselmo?

jueves, 4 de septiembre de 2008

Dominó

Cojeando, Pedro se esforzó por alcanzar la fila de niños que regresaban del recreo. Le dolían los golpes del matón de la clase, pero más la rabia y la impotencia. El matón ya estaba en la fila y recordaba la paliza que su padre le dio con el cinturón la noche anterior, sin aviso previo ni motivo real, a las que ya estaba acostumbrado. El motivo de su padre no era lo que Oscar había hecho, sino la arbitraria bronca de su jefe, la enésima de este mes. Pero es que su jefe no podía evitar gritar en el trabajo, crispado tras una noche de peleas con su mujer.

Pero cuentan que un día Laura vió en su marido al hombre que amó y le trató con cariño. Al día siguiente, Luis felicitó merecidamente a Antonio por su trabajo. Antonio volvió a casa y jugó con su hijo Oscar más de una hora. Oscar, a la mañana siguiente, invitó a Pedro a jugar con ellos al fútbol.

Como en un dominó.

jueves, 31 de julio de 2008

Desaparecido

Abrumado por tanta responsabilidad, el animal había huido.

Últimamente parecía agobiado, pero nunca imaginó que desaparecería así, sin un rastro, sin una palabra. Le buscaron durante meses, sin éxito. A sus hijos, de 4 y 6 años, les dijo que su papá había partido en un largo viaje, que tardaría en volver. Ahora, diez años después, lo tenía allí delante. La mujer tenía un leve parecido con ella. Le acompañaban dos niños, de unos 4 y 6 años. Parecía agobiado. Se quedó allí, clavada, sin saber que hacer.

De repente, dio media vuelta y se marchó sin que él la viera. Por ella, podía seguir muerto diez años más.

jueves, 24 de julio de 2008

Cenicienta de marcha

No podía terminar de vestirme, porque el imbécil seguía mirándome.

- Vete a la mierda, imbécil, y déjame arreglarme en paz.

El imbécil arrugó su cara pequeña de niño grande y salió, dolido.

Había quedado con mis amigas en un local de moda del centro. Me miré al espejo, al terminar. Ni las medias de rejilla ni el vestido negro, corto, que marcaba cada una de mis curvas, permitían entrever la mugre y la mierda en que vivía.

Pero el hechizo de cenicienta se rompió pronto, aunque no a las doce, sino a las cinco de la madrugada, cuando un coche rojo se detuvo frente al portal, con un chirrido. Salí tambaleándome y el coche se marchó, dejándose las ruedas en el asfalto. Caí de rodillas, con carreras en las medias y corrido el rimel, rota, impotente y sucia.

De las sombras del portal surgió el imbécil, que me ayudó a llegar a casa, con palabras cariñosas. Como siempre desde que, con nuestra madre muerta, nos abandonó nuestro padre.

Hace ya cien años,... aunque sólo fue hace cinco.