Aquí vinimos a descansar, dijiste. Una cabaña, un lago, los dos solos. Lejos del trabajo, del stress y los niños.
También, pensé yo, estábamos lejos de tus amantes. Por unos días era sólo para ti, y no habría de soportar ni tus celos, ni tus golpes ni tus gritos.
El primer día aproveché para arreglar unas cosillas del coche. Siempre he sido buena con la mecánica.
El segundo día te mandé al pueblo a comprar. ¡Qué terrible, qué inesperado, fue que fallaran los frenos! ¡Qué horrible tu muerte, en el fondo de aquel barranco!
Aquí vinimos a descansar, dijiste. Así que,… descansa en paz, cariño.
viernes, 5 de febrero de 2010
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