jueves, 4 de septiembre de 2008

Dominó

Cojeando, Pedro se esforzó por alcanzar la fila de niños que regresaban del recreo. Le dolían los golpes del matón de la clase, pero más la rabia y la impotencia. El matón ya estaba en la fila y recordaba la paliza que su padre le dio con el cinturón la noche anterior, sin aviso previo ni motivo real, a las que ya estaba acostumbrado. El motivo de su padre no era lo que Oscar había hecho, sino la arbitraria bronca de su jefe, la enésima de este mes. Pero es que su jefe no podía evitar gritar en el trabajo, crispado tras una noche de peleas con su mujer.

Pero cuentan que un día Laura vió en su marido al hombre que amó y le trató con cariño. Al día siguiente, Luis felicitó merecidamente a Antonio por su trabajo. Antonio volvió a casa y jugó con su hijo Oscar más de una hora. Oscar, a la mañana siguiente, invitó a Pedro a jugar con ellos al fútbol.

Como en un dominó.

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